La reencarnación

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Oír hablar de reencarnación resulta extraño para las personas educadas en un entorno occidental, tan centrado en el desarrollo del ego y la asimilación con el cuerpo físico. A uno le parece que su cuerpo es uno mismo y se le hace difícil siquiera concebirse sin él o, más incluso, en un cuerpo distinto, siendo una persona diferente y haciendo cosas distintas, a veces opuestas, a las que hoy dominan su vida.

Pues bien, aunque aceptar que nuestra esencia es un alma divina, que ha venido a la Tierra veces diversas, a realizar trabajos concretos o, simplemente, a elevarse a si misma, es una verdad que la kabalá conoce desde el inicio de los tiempos, cuando todo fue revelado. Si bien, es uno de los grandes secretos que no habría de ser conocido hasta el final de los tiempos, dado que desvelar este dato, hubiera podido cambiar los parámetros de los comportamientos de los seres humanos, cuando también era preciso que el ser humano se ocupara de la Tierra y de su avance completo.

La reencarnación de las almas, el gilgul en kabalá, la rueda de las reencarnaciones del esoterismo, es una verdad conocida por todos los iniciados en los saberes ocultos. Si bien, de manera general, este secreto sólo podía ser revelado al final de los tiempos.

Sobre la reencarnación hablan las religiones orientales, pues a la India llegó el hijo de Abraham habido con su esclava egipcia, Agar, el cual fue formado por su padre en las artes intermedias, las de la magia y los planetas. Ellos hablan de la reencarnación incluso en otras especies o formas de existencia, como las piedras. Pero ellos no conocían los grandes secretos, los que se revelan con el estudio de la Kabalá cuyo conocimiento fue reservado a Iztjac, Isaac, el hijo habido por Abraham con su esposa Sara y segundo patriarca del judaísmo.

La Kabalá explica que la reencarnación es un hecho. El trabajo del alma en la Tierra es, o bien corregirse sin más, o bien hacer algún trabajo especial por el bien de la humanidad, porque el alma tiene una luz especial y, a veces, es necesario que bajen almas muy altas para aportar luz a la humanidad.

Ahora bien, aclara Laitman, para la kabalá el ser humano sólo puede reencarnar en otro ser similar y no volver a nacer convertido en animal o en un trozo de tierra.

Esto es así porque el nivel de alma humana – la Neshamá- y en esto me remito a mis post anteriores sobre el alma y sus niveles, sólo puede residir en un ser humano, porque solo nuestro cuerpo físico puede recibir semejante conexión. Es cuestión de alcance. Somos antenas. Y no tiene la misma capacidad de recepción una gran torre eléctrica que la antena de un coche, por ejemplo.

Los animales reciben el alma emocional, la Rúaj, por eso aprenden y desarrollan afectos. Nosotros también la tenemos, más bien, nuestro cuerpo que es animal también, como el de un perro o un ciervo.

Sin embargo el alma humana, la que da su brillo especial a este cuerpo nuestro, la que Dios sopló sobre Adam para que él la inhalara y la que hace que el ser humano deje de ser un simio y se transforme en un ser con conciencia, esa, es la Neshamá, la única que nos permite conectar con los mundos superiores de forma directa.

Laitman aclara que la Neshamá sólo la tienen, en realidad, los seres humanos que han despertado a observar el mundo de otra manera, los iniciados, aquellos que conocen los secretos y buscan a Dios en cada evento. Aunque eso es cierto, es preciso aclarar que todo ser humano lleva esa conexión dentro, que podrá activar cuando la vida le llame a ello. Y el propósito de la vida es que, en algún momento, la activemos.

Y ¿por qué es preciso bajar varias veces a la Tierra y vivir vidas diferentes? Preciso, preciso, no es. Uno puede terminar su trabajo en una sola vida, si se pone a ello. Pero suele ser necesario debido a que, la mayoría de las veces, la gente pierde su vida sin hacer nada útil ni para la sociedad ni para sí mismos. Y mucho menos para Dios, que ni siquiera saben que existe. Ellos viven al margen de Dios y Dios vive al margen de ellos. Una ignorancia mutua, producto del desconocimiento.

El propio Moisés, receptor de la Torá y experto conocedor de los santos saberes, no entró en la Tierra Santa – a pesar de haber liberado a su pueblo y haber abierto el Mar Rojo con su vara – por un pecado que cometió en el manejo de sus poderes. Así que previsible es que, en algún momento, vuelva a reencarnar para completar el trabajo que en su anterior vida comenzó pero que no consiguió materializar de forma completa en el mundo real.

De hecho, las grandes profecías del fin de los tiempos hablan de grandes almas que volverán a bajar en el tramo final para ayudar a la humanidad en este gran trance que vivirá para lograr su despertar. Ya hay grandes kabalistas en torno nuestra. Con enormes conocimientos que no se alcanzan en un único tiempo de vida. Muy posible que alojen almas de mucho peso.

Sobre por que Jesús no habló de ello, a pesar de conocerlo, como experto kabalista que fue desde su adolescencia, sólo se puede decir que no estaba autorizado para ello, no había llegado el tiempo en que tal secreto fuera revelado a todo el pueblo. Seguramente lo habló con Juan, también iniciado y conocedor de los secretos. Pero, todavía, corría la prohibición de revelación de secretos fuera de los círculos de expertos.

El que, desde hace unos años ya, se venga hablando de la reencarnación de forma cada vez más abierta, que la propia ciencia, a través de la psiquiatría, explique que a través de la hipnosis uno puede hacer regresión en el tiempo y llegar a vidas pasadas, antes del nacimiento (véase si no, el libro del prestigioso psiquiatra americano Brian Weiss ), que la kabalá hoy explique abiertamente los nombres a meditar para poder conectar con nuestros anteriores tiempos de vida en la Tierra, que cada vez más la gente empiece a asumir que la vida no sólo se vive una vez…..depende de lo que hagas con ella, es señal inequívoca de que estamos entrando en un tiempo nuevo.

El Apocalipsis de San Juan anunció que, sólo al final de los tiempos, serían rotos los 7 sellos o revelados 7 grandes secretos. El primer secreto revelado es, sin duda, la Reencarnación. Regido por Saturno, su color negro, y dueño de la sefira 3 Bina, donde existe el Olam Habá y señor de los ciclos de vida y muerte sobre la Tierra. Desde esa esfera se decide que nueva alma va a bajar al planeta y para hacer qué, donde va a nacer y de qué medios va a disponer en este tiempo de vida. Véase un extracto de lo que dice Aish Latino al respecto:

De acuerdo al Talmud, en esta fase previa al nacimiento, Dios envía un ángel personal a cada alma que está en el útero, el cual se sienta al lado de nosotros y nos enseña toda la sabiduría que alguna vez necesitaremos en este planeta. Toda.

Y luego… justo antes de nacer… el ángel nos da un «golpecito» entre la nariz y el labio superior, y todo lo que nos enseñó es olvidado de forma inmediata. Así es como todos los seres humanos recibimos esa pequeña indentación en la piel justo por debajo de la nariz, conocida anatómicamente como «surco nasolabial».

Es ya, después, el nuevo ser el que, sin recordar nada, vuelve a estar aquí para desarrollar una nueva vida. ¿Cumplirá su propósito destinado esta vez o morirá sin saber siquiera para qué vino? Eso depende de él y del aprovechamiento que obtenga de sus talentos.

Lo bueno de estudiar kabalá es que ayuda a recordar eso que el ángel nos hizo olvidar al nacer. Porque al subir a los mundos superiores volvemos a recuperar nuestro ser y nuestro propósito vital. Y siempre es bueno recordar de donde venimos y por qué llegamos en este tiempo actual.

Buena semana y buen mes, después de Yom Kippur, el Día del Perdón y el más sagrado del año para la fe judía. Señala el final de los 10 días de arrepentimiento, que comienzan después de Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío. Y todo lo que llega es Nuevo. Así que empecemos con buen pie este año nuevo.

La vida en la Tierra

Todo lo que existe tiene un propósito; si no lo tuviera, no existiría. Todo lo que sucede tiene un sentido, aunque nosotros, en nuestro estado actual, no lo comprendamos. Pero todo lo que ocurre, ocurre por algo.

A medida que el ser humano comienza el ascenso por la escalera espiritual de la que nos habla Baal HaSulam y que describe el Zohar, empieza a comprender alguna de esas razones Supremas por las que determinadas cosas sucedieron en el pasado. Y llegamos a entender que todo sucedió por nuestro mejor progreso. A veces lo que más deseamos, muchas veces, es lo que nos provoca mayor sufrimiento. Pero con ese dolor reconsideramos, entramos dentro, nos retorcemos y salimos renacidos bajo una forma más perfecta, más elevada, más madura. Empezamos a percibir el mundo de otra manera.

Hay una evolución espiritual que se perfecciona por sí sola a traves del proceso natural de vida del ser humano, en su paso por sus distintas etapas: infancia, juventud, madurez y senectud, terminando con la muerte del cuerpo físico que pone punto final al actual estado de reencarnación. Nuestra alma descansará en el nivel alcanzado hasta que decida volver a reencarnar para seguir ascendiendo por la Escalera espiritual. Porque en los mundos espirituales no es posible el ascenso. Para subir de nivel es preciso volver a bajar a la Tierra.

A medida que el alma que habita un cuerpo va subiendo de grado, va cambiando de forma y, con ello, reflejando la Luz Superior en forma distinta. La Luz es la conexión con el mundo espiritual y la que hace brillar cada alma con un tono peculiar.

De igual modo, a lo largo de la vida, el ser humano va cambiando sus deseos, va madurando. Sus gustos van modificándose y adaptándose a la nueva situación. A la vez que supera ciertos estadios vitales y pasa al siguiente.

El orden ascendente en el crecimiento que marca el Árbol de la Vida, desde la sefirot más baja a la más alta, es como sigue:

1) Placeres físicos de supervivencia: comida y casa. Es el nivel más básico, correspondiente a Maljut, la sefirá más baja.

2) Busqueda del sexo y de pareja. El ser humano es sexual por naturaleza, siendo el sexo un potente catalizador de energía siempre que se use de forma correcta. Esta faceta humana comienza su desarrollo en la adolescencia.

3) Los placeres intelectuales son el siguiente nivel, cuando la persona empieza a disfrutar de los placeres del estudio y del conocimiento. Este mundo pertenece al lado izquierdo del árbol de la vida así que requiere esfuerzo. Pero proporciona satisfacciones importantes a los que se pierden en él y llegan a dominar las técnicas. Se corresponde con la etapa de los estudios universitarios.

4) Pasamos después al nivel artístico, que rige Venus. Cuando el ser humano comienza a disfrutar del arte y la belleza y/o comienza a necesitar canalizar alguna faceta de su personalidad a traves de algún modo de expresión artística.

5) El siguiente paso es la toma de conciencia de nuestro papel en el mundo. Estamos aquí por algo significativo. Encontrar nuestro sentido interno o propósito que da significado a nuestra vida, a la vez que tratamos de compaginar y equilibrar las distintas facetas que componen nuestra personalidad.

6) Ansias de poder, de dominar el mundo, de manejar algo a nuestro antojo. Es el poder que da el dinero, pero no sólo. Es el poder que da la fuerza. Este poder debe ser usado de forma equilibrada porque también es el terreno del juicio estricto.

7) Deseos de ser magnánimo. Es el terreno de Júpiter, el generoso. Este nivel sólo se desarrolla en altos niveles que acompañan al éxito. Uno desea dar y ayudar al necesitado. Es el nivel más alto del mundo emocional regido por la astrología.

8) Pasamos a desear una sociedad perfecta. Ya no nos vale con triunfar a titulo personal. Deseamos contribuir a la mejora de la sociedad y desarrollar nuestro papel como pieza de un engranaje que deseamos perfecto, pero que habrá que seguir puliendo hasta el fin de los tiempos.

9) Buscamos el encuentro con Dios, el conocimiento de la Sabiduría divina. Es el mundo espiritual o nivel Jocmá. Es el mundo de la Kabalá.

10) Es la vuelta al Uno, donde las formas concretas ya no importan. Uno vuelve a la unión esencial con el Creador donde todo es perfecto y está en paz.

A lo largo de la vida vamos escalando posiciones y puliendo nuestra forma de ser. Suelen ser necesarios varios tiempos de vida en la Tierra para completar el proceso, pero cualquiera puede hacerlo en su tiempo de vida actual si se pone a ello cuando comienza a despertar.

Y es aquí donde entra en juego el estudio de la Kabalá que acelera el proceso y evita tener que aprender lecciones a través del sufrimiento. Se suplen, en ciertos niveles, los eventos correctores con estudio. Porque la corrección pasa a obtenerse a través de la comprensión del mundo y de su funcionamiento.

El cuerpo físico no es más que el contenedor de un alma superior. Es nuestra obligación cuidarlo porque es nuestro conector. Si el cuerpo muere, el alma deja de poder intervenir en el mundo físico, aunque todavía podrá seguir haciéndolo en un nivel espiritual hasta que vuelva a bajar, si debe hacerlo, para seguir el camino hasta la perfección final.

Asi explica la Kabalá el trabajo del ser humano sobre la Tierra. Que culminará con el estadio final donde toda la humanidad funcione como un solo cuerpo y una sola alma cuando se haya culminado la corrección final.